Jesús Casado

Casa de la Imagen detenta la gestión de centenares de imágenes de Jesús Casado y su "fotografía de sociedad" de los años 50 a los 60, contando con digitalizaciones de la máxima calidad tratadas con todo el respeto a los originales para lograr la mejor reproducción tonal.

Jesús Casado nació en Burgos el 25 de noviembre de 1920, una fecha propicia para verse salpicado por la vorágine de la Guerra Civil. Dejó sus estudios de aparejador a medias para hacer la guerra, como se decía en la época, con el rango de oficial, empleo con el que una vez acabada la contienda sería destinado al cuartel de Infantería de Logroño. Establecido ya en nuestra ciudad, se casa y toma la excedencia como militar a mediados de los años cuarenta. Olvidados los rigores de la vida castrense, será en estos años cuando Casado retome su afición fotográfica, entretenimiento que había cultivado en su época de estudiante como complemento de sus habilidades para el dibujo. Ahora empieza a fotografiar a familiares y amigos, a la vez que cada vez se interesa más por Logroño y los rincones que considera pintorescos, siempre con la mirada limpia por su condición de forastero.

Será en 1957 cuando decida profesionalizar su afición fotográfica, condición de la que había renegado con anterioridad para preservar su autonomía artística. Sin embargo, no será por motivaciones económicas por la que decida cambiar de categoría, ya que ambos miembros del matrimonio eran funcionarios con un sueldo fijo, sino más bien como proyección de sus ambiciones estéticas, dándoles un sentido más ambicioso. Así, empieza a recibir encargos, por ejemplo para fotografiar productos e industrias, trabajos que, al no disponer en esta época de laboratorio, debe revelar en Foto Payá, establecimiento situado en la calle Marqués de Vallejo, donde además hace las copias positivas, pasando después a colaborar con Foto Valdi, en la calle Portales, al considerar sus trabajos más ajustados a su perfeccionismo.

Precisamente, será muy cerca de Valdi, en el número 106-104 de la calle General Mola (como se denominaba entonces a Portales), cuarta planta, donde Casado establezca su estudio. Es ahora cuando Foto Casado alcanzará un estatus de exclusvidad dentro de la sociedad logroñesa, como firma especializada en reportajes de eventos como bodas, fiestas, etc, lo que le valdrá su rúbrica de fotógrafo de sociedad. Hasta la llegada de Casado, raro era el fotógrafo que salía de su estudio para inmortalizar estos acontecimientos, innovando además con recursos técnicos como el uso de varios de flashes de mano, dotando de volumen a los personajes, o las tomas contrapicadas, muy características del uso de su cámara favorita: la Rolleiflex. Además, esta cámara dotaba a sus fotografías de una calidad de imagen extraordinaria para una cámara portátil de aquellos tiempos, definición que Casado amplificaba con el uso de buen material de laboratorio, como la película Kodak o el papel Negtor, una exquisitez en la elección de lo fotosensible que lo distinguía de la típica penuria de otros fotógrafos en años de escasez.

El renombre local se fue incrementando, haciendo reportajes por toda la provincia de Logroño, a la que se suman Navarra, Burgos o Zaragoza, alcanzado su máximo esplendor entre 1958 y 1962, con la realización de hasta treinta y cinco bodas al año. En estos años, los matrimonios de la buena sociedad eran todo un acontecimiento social, arrastrando multitudes de curiosos que observaban con fervor cada detalle del acto, todo ello inmortalizado por Casado con su exactitud característica, para transformarse hoy en todo un retrato de época. Con el éxito, Foto Casado se traslada a la calle Muro de la Mata número 11, donde amplia su espectro fotográfico hacia el retrato, aunque con menos ambición que otros estudios especializados del momento.

En 1960, Casado emprende una de sus series más ambiciosas, el Logroño nocturno, que ofrece un punto de vista realmente original sobre la ciudad, inexplorado hasta entonces. Ayudado por su hijo Ernesto y con el fiel apoyo de su ubicua Vespa, sale cada noche a altas horas de la noche a retratar los rincones más característicos de Logroño, iluminados por la tenue luz de las contadas farolas, y vacíos, sin la gente que los habita y pasea de día, ahora recogidos en sus hogares. Estas condiciones lumínicas le exigían largos tiempos de exposición, muchas veces difíciles de calcular, y que se solían basar en la prueba y en la experiencia, además de contar con un imprescindible trípode para la Rolleiflex. La serie ofrece una visión detallada y desconocida de una ciudad que en muchos casos ya no existe, ya sea porque edificios o comercios han desaparecido, o bien porque la sociedad se ha transformado, como prueban los escasos coches aparcados y las bicicletas sin asegurar.

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